20 de abril de 2018

Capìtulo V. RECETAS DE MAGIA BLANCA Y DULCE. La cocina y la música

La cocina y la música
El abuelo Jencaaz posee una biblioteca respetable de libros. Los ha atesorado por años. Ahora se dispone a que su nieta Agloj, se apropie de ellos cada día más. En algunos de los libros científicos encontró que en el sabor de las comidas, el olor cumple una función importante. Es más, ella con asombro y cierta duda recuerda haber leído que el 60% del sabor de las comidas lo aporta el olor. El cerebro es el que se encarga de conjugar ambos sentidos en uno solo.
 – ¡Es  por eso que cuando una tiene gripe, la comida no sabe a nada!, llegó a decir.

Pero hoy tiene otra duda, ¿será que el sonido, al igual que el olor, tiene que ver con la comida? Con su duda entre los dientes, fue que corrió hacia su abuelo mago:

-Abuelito, ¿será que el sentido de la audición también tiene que ver con los sabores? Quiero decir, más que el sonido, ¿quizá la música tiene que ver con los sabores de la cocina?, preguntó

-Querida Agloj te voy a responder con una pregunta, y tomándola de la mano ambos caminaron por el corredor hasta el patio. El patio era grande y estaba verde por las lluvias.

 A Agloj le enamoraba el sonido de la lluvia sobre el metal, que se convertía en una letanía sin fin, pero que era como música para sus oídos (Aun no sabía la razón de qué le gustara). También lo llegaba a asociar con la tierra recién mojada. Al terminar el patio, había un potrero, donde el abuelo Jencaaz tenía 20 vacas que le daban leche para sus preparaciones.

-¿Qué ves?, preguntó

-Veo tus vacas, dijo. –Hay vacas blancas, negras y pintadas.

-¿Y has visto como las ordeñan en la madrugada?, preguntó

-Si abue. Los ordeños son cantados. Cada vaca tiene un nombre y el que ordeña la llama por su nombre y le canta durante el ordeño

-Que buena observadora eres, dijo. –Ahora bien, tú qué piensas: ¿Sabrá igual la leche de ordeño con canto que la realizada por una máquina?, dijo interrogando

-Creo que debe saber mejor la leche que se tiene del ordeño cantado. Me imagino que la vaca se relaja y se conecta con las emociones positivas del que canta. Yo creo que cantar y bailar, tienen que producir emociones positivas. Desde ese sentimiento seguro habrá diferencias, dijo

-Exacto querida Agloj. La música potencia las emociones y desde allí, los sabores, apuntó sonriendo. –¿Y qué otro momento de la cocina recuerdas que tenga que ver con la música?, volvió a preguntar
-Pues creo que cuando se pila el maíz, las mujeres cantan también. El canto marca el tiempo en cada mujer, y así, aprisionan los granos, dijo sonriendo

-Pues también es un buen ejemplo. El maíz pilado entonces es capaz de contar historias; aquellas que se contaron pilando, dijo

-Yo te he visto hablándole a las hortalizas del jardín y a veces te he visto cantar, ¿También tiene que ver?, preguntó

-Eso no se trata de creer o no creer, sino de sentir o no sentir. Al final, en el canto, se construye el cantor, y un mejor cantor seguramente, al ser más feliz, producirá mejor cosecha, que a la postre, sabrá mejor, completó diciendo

-¿Qué canción de la infancia recuerdas abuelito?, pregunto Agloj

-Cuando era muy pequeño por 1963, mi madre, tu bisabuela, escuchaba en la radio la misma canción que repetían cada 5 minutos. Se llamaba magia blanca, y en la respuesta el abuelo canto una estrofa:

“Magia blanca tú tienes, me has hechizado a mí 


Con tu mirada coqueta, con tu manera de hablar 


Cuando pasando caminas, todos te admiran a ti 

Porque eres así, fíjate en mí, no me hagas sufrir 

O magia blanca, magia blanca, que te embrujo 

Magia blanca tienes tu, me haces llorar, con tu castigar “ (Trio Venezuela, 1963)



-¿y que sientes cuando la cantas?, preguntó

-En este caso, una canción es capaz de conectarte con los más profundos y queridos recuerdos; algunas veces un poco olvidados. A traerlos de vuelta, regresan con las querencias, las emociones y sentimientos. Es  una evocación que nos conecta con lo que nos pertenece, lo que nos hace ser lo que somos ahora. Cuando cocinamos recetas de familia, las que nos constituyen, tenemos que conectarnos con los recuerdos y desde allí, con los olores, los sabores y las canciones, completo diciendo

-¿Y a que te sabe tu canción?, increpó al abuelo

-Pues sabe a auyama. Mamá hacia puré de auyamas y luego hacía un pie o una torta. A mí me gusta más la torta, dijo. Y continuó. –Ella cocinaba la auyama con la concha hasta ablandar. Como medio quilo. Luego lo pasaba por la licuadora o el pasa puré. Para esa cantidad, agregaba una taza de leche, una taza de azúcar, más cinco cucharadas de leche en polvo. Cinco cucharadas de maicena y dos tazas de harina cernida. Con las harinas, mezclaba una cucharadita de polvo de hornear y una de bicarbonato. También le agregaba, como a la torta de zanahoria, una cucharadita de canela, una de jengibre y un tercio de clavos de olor con un chorrito de vainilla.  Es difícil repetir las recetas de otros, continuó agregando. –Cada quién cocina bajo lo que es y lo que siente, y seguramente será distinto de otra persona. Lo que buscamos como magos dulces, es la esencia, a aquello que nos conecta desde el amor, a los orígenes y desde allí, al amor hacia otros, continuando la cadena sin fin. Así también es la magia blanca y dulce…


Y es así como Agloj, escribió en su diario, de cómo la música también tiene que ver con la cocina…

Alberto


Fuente de la foto: inspirulina.com

No hay comentarios: